lunes, 18 de abril de 2011

1. La Llama Azul (2)

Nada más salir de casa, se oyó un grito
-          Shun! SHUN! – Dijo Helena, su madre. – ¿Te has puesto el chaquetón?
-          Si mama, lo llevo encima – Contesto el
-          ¡De acuerdo, que vaya bien el día! – Acabo Helena
-          ¿Vaya con tu madre, siempre con las mismas cosas no? – Dijo Min – Siempre te acaba preguntando lo mismo cuando nos vamos
-          Se preocupa mucho por mí, pero debo admitir que a veces acaba siendo un poquito pesada – Contesto Shun – Aunque a pesar de todo me la quiero mucho.
-          Ya me imagino – Contesto Min – ¿Sabes qué?
-          Dime – Dijo Shun
-          Hoy he soñado que me tocaban millones de euros en la lotería, y me volvía rica, pero muy rica, que podía comprar hasta la luna. Luego, en el mismo sueño, me transformaba en un águila y volaba lejos, muy lejos, y veía el mar, las montañas y pequeñas personas, como hormigas. Más tarde, me posaba en una rama de olivo y sentía la brisa del viento recorriendo mis plumas largas y oscuras, tiznadas a pequeñas rayas de color blanco perla. Y justamente cuando levantaba el vuelo de nuevo, ha sonado el despertador – Explico Min – Realmente las vistas del sueño eran tan impresionantes que parecían reales.
-          Guau, impresionante – Dijo Shun – Realmente hubiese sido una suerte que lo del primer sueño fuese verdad
-          Y tú que has soñado, Shun? – Dijo Min – Supongo que nada, porque siempre dices que nunca sueñas nada
-          Esta vez sí que he soñado una cosa – Dijo Shun
-          ¡Explícamela! EXPLICAMELA! – Grito Min, estirando a Shun de la camiseta
-          Voy, voy – Dijo Shun – Empezare por el principio, que es por donde me gusta empezar a mí. Cuando me fui a dormir me sumí en un sueño muy profundo, y creí que me despertaba, cuando en realidad aun estaba soñando. A esas que, al despertarme, me encontré en un bonito prado lleno de hierba verde y larga, con el sonido del viento y del piar de los pájaros, y un lindo gotear de un arroyo cercano. Desconcertado, pero no se por qué razón, feliz, me puse a andar donde me llevaba el viento, en su dirección, me deje acariciar por la serena brisa que parecía de primavera. Hasta que de repente, el paisaje cambio. Todo se volvió oscuro, parecía hecho de sombra. Con la sombra vino un silencio sepulcral, los pájaros y el viento se habían esfumado, el arroyo había quedado mudo. Entonces un estridente sonido, y un rayo que atravesó el cielo me pusieron alerta, pero antes que me pudiese mover, delante mío cayo un meteorito de color azul. El impacto me tiro hacia atrás, pero me levante corriendo para ver que había pasado. Delante de mí se erguía un monumento muy alto, lo que parecía un altar. Sentí como si me llamase, como un latido cálido en el interior de esa piedra. Pensé que solo eran imaginaciones mías, que una piedra era una piedra y que no podía latir. Pero finalmente, picado por la curiosidad, la toque. - Dijo Shun
-          ¡Continúa, continua! –Dijo Min
-          Ya voy, ya voy, he tenido que parar para coger aire - Contesto Shun, a lo que siguió explicando. - Me arrepentí de haberlo hecho. Mi cuerpo se envolvió en un tipo de fuego raro, de color azul, que no quemaba. Las llamas azules que lamian mi cuerpo eran frías como el hielo. Me asuste, y abrí la boca en gesto de sorpresa y miedo. En ese momento, las llamas azules recorrían mis labios, y se adentraron por mi garganta. Caí al suelo atemorizado, nervioso, creyendo que iba a morir. Pero en el justo momento en que todo mi ser se convertía en fuego, me desperté. Del susto, aspire aire muy fuertemente, acabándome de despejar. No tenía signos de que mi sueño hubiese sido real.
-          ¡Guau, me has dejado boquiabierta!- Dijo Min – De todas formas, vayamos entrando ya al colegio, que hace cinco minutos que deberíamos estar en el aula y por tu relato no llegamos – Replico, corriendo hacia clase.
-          Pero… Si me has dicho tu que lo contase… -Dijo Shun, bajando de tono a medida que la mirada penetrante de Min lo atemorizaba mas y mas. – Mejor démonos prisa y entremos.
-          ¡Vamos allá! – Dijo Min

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